A la vida misma, y su contexto actual, donde hemos dejado de pensar, y reina sobre nosotros el impulso mismo de las soluciones rápidas... pero erróneas.
Los Ciegos
En un pueblo alejado, cerca de las inmediaciones de una
perdida periferia, yacía un poblado completamente ciego. Habían aprendido del oído
y del sentir. El mundo que era real para ellos, era solo el que la imaginación
les contaba.
Dentro de las familias ciegas, otras generaciones diferentes
comenzaron a nacer. Ya no eran ciegos, eran miopes. Apenas y podían distinguir
las cosas, y la luz que llegaba a sus ojos era irritante y muchas veces los
cegaba aún más… pero poco a poco, sus ojos comenzaban a acostumbrarse al mágico
mundo real y a tener una mejor visión.
Los miopes, quién comenzaban a observar el mundo tal y
como era, quedaban fascinados ante la totalidad de una belleza incomparable. Por ejemplo, el
resplandor del sol, en forma de brillos que se formaban en las hojas cuando el
rocío caía en ellas. Era de esperarse, que su emoción por la poca vista que
tenían y las maravillas que ésta les hacía ver por primera vez, los orillara a
querer trasmitir, el conocimiento de lo real.
Pero, El Rey ciego, quien era un tipo arbitrario y testarudo y
quién no miraba más allá de sus ojos inútiles, comenzó a ver a los miopes como
una amenaza a su poder, y tuvo que recurrir a estrategias muy sucias para que
éstos perdieran fama. Es por ello, que fueron calificados como una irrisión, un
defecto a la raza ciega, un eslabón que no debió de existir.
Todos fueron asesinados, por ser diferentes.
Uno que otro dejó sus cocimientos dibujados en papiros que nadie nunca
interpretó… pero, algunos ciegos saben, que si éstos hubiesen vivido, hubieran
curado la ceguera que su pueblo tenía, y así poder disfrutar del magnifico
universo que la nube gris de sus ojos nunca los dejó ver.
Diane Guadalupe
Octubre 2011
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